Tras los pasos de Miguel Grau


 

Este artículo está dedicado a una persona que nació hace 190 años un día como hoy 27 de julio.

Muchas personas a lo largo de la historia del Perú han podido subsumir cualidades positivas desde la mirada de cualquiera de sus aristas.

Sin embargo, una sola de ellas, encarna todos los valores personales, sublimes, nobles y ejemplares, que cualquiera de nosotros quisiera alcanzar.

Esta es la historia en principio de un niño de ocho años que tuvo que asumir y enfrentar una vida completamente diferente a los demás de su generación.

Dejó la tierra, en modo figurativo y se fue al mar a explorar y encontrarse, en donde de la mano de muchas tripulaciones y con el viento a favor o en contra, enfrentó tormentas y tempestades, así como buen tiempo, lo cual caló ese carácter para formar entre vaivenes y experiencias su personalidad con temple, arrojo y don de gente.

El patrón con que se formó estuvo alimentado de una serie de ejemplos de vida que le sirvieron para entender, aquilatar y discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto, lo cual contribuyó y fortaleció ese espíritu único.

Toda esa experiencia vivida, en un periodo de tiempo sirvieron para enriquecer y sentar las bases del camino en el siguiente eslabón de su vida: Ser marino.

Fue en esta etapa en donde toda su experiencia de vida la volcó en beneficio de la marina, fue un líder asertivo y empático que imprimió en sus dotaciones el amor al Perú.

Fue también un marino muy firme en sus convicciones, informes y defensas respecto al estado crítico de los buques y del equipamiento que tenía la Armada en dicha época, así como de las implicancias en caso de no revertirse tales situaciones.

A pesar de ello, cuando nuestra soberanía se vio amenazada, se hizo a la mar, a bordo del legendario monitor “Huáscar”, con quien formaría un binomio único.

Su respeto a la vida humana se materializó cuando rescató a los náufragos del buque enemigo hundido que a viva voz gritaban “viva el Perú generoso”. Así como decidir, nunca atacar a poblaciones costeras.

Incluso en el fragor de la guerra escribió una carta muy sentida a la viuda de su oponente en el mar, a quien le hizo llegar su espada como símbolo de reconocimiento y pesar.

Fue también un esposo y padre ejemplar, el amor que profesaba a su esposa e hijos fue muy grande y siempre en los momentos compartidos en familia volcó todo su cariño.

Él sabía que la campaña naval se pondría mucho más compleja, dada la situación de la guerra; ante ello, en una carta a su esposa le diría:

“Todo lo que tengo, te lo dejo, para la educación de nuestros adorados hijos”.

Muchas personas también coincidieron con él en el ámbito público de la vida política, más aún cuando se desempeñó como Diputado, en donde puso de manifiesto el expresar su firme postura.

Siempre estuvo conectado con la fe en Dios y fue muy creyente.

Llevaba en su cámara del monitor Huáscar una estampa de Santa Rosa de Lima.

Esta estampa, que sería recuperada posteriormente, presentaba cinco perforaciones de bala y estaba manchada de sangre.

Partió a la eternidad en una fecha que estaba reservada para él y que trascendería el tiempo, dejando un legado incólume.

Ese niño, ese joven, ese marino, ese diputado, ese esposo y padre ejemplar fue una misma persona, fue el “Caballero de los Mares”, el “Peruano del Milenio”, era Miguel Grau.

El presidente José Luis Bustamante y Rivero, diría lo siguiente:

 “Miguel Grau tenía el temple de estos hombres superiores. Era el auténtico héroe del mar. Conocía la borrasca; y sus ojos, saturados de inmensidad, estaban hechos al panorama de lo infinito.

 Aprendió desde niño la perseverancia del flujo que socava las rocas a lo largo de los milenios.

 Allí, en el mar le sorprendió la guerra. Su nave era pequeña, pero indomable su coraje. Aceptó el reto del destino con flema de Espartano”.

 De la oda pindárica del poeta y escritor José Gálvez dedicada a Miguel Grau comparto estos párrafos:

“Frente al océano, ¡oh Grau!,
semidiós lleno de bondad humana,
todo lo fuiste, todo, en un instante:
la epopeya, el ensueño, la audacia y el misterio,
lo incomprensible y casi inalcanzable.
¡Nunca tuvo una estela
más luminosa un barco,
como la estela que dejó tu nave!,
ni jamás las estrellas
alumbraron a un buque solitario,
de más pura y romántica osadía,

Tú eras la patria sobre el mar,
bajo el cielo
y más allá del horizonte”

El monseñor José Roca y Boloña diría: “El infortunio y la gloria se dieron una cita misteriosa en las soledades del mar sobre el puente de la histórica nave que ostentaba nuestro inmaculado pabellón, tantas veces resplandeciente en los combates”.

También, el autor de la letra y de la música del himno a Grau monseñor Pablo Chávez Aguilar perennizó en el coro la imagen del héroe de una forma prolija :

¡Gloria a Grau, quien triunfante pasea
por los mares, el patrio pendón bicolor.
Gloria a Grau, quien triunfante pasea
por los mares, el patrio pendón.
Que cual llama sagrada flamea,
entre el humo y el tronar del cañón!

El 28 de octubre de 1946, el entonces Ministro de Marina, Contralmirante Enrique Labarthe en su discurso cuando fuera inaugurado el monumento al Almirante Miguel Grau en la ciudad de Lima, diría dirigiéndose al Almirante Grau:

“Como caballero del mar, fuiste humanamente cristiano en el respeto por los vencidos;

Por tus convicciones de católico mediste la fuerza de los hombres por la grandeza de sus almas;

Por eso nadie te vio temblar jamás ante el peligro, ni ante la certeza de la muerte”.

Asimismo, al pie de la cripta de la Escuela Naval del Perú dice: “Cadetes Navales, seguid su ejemplo”.

Hoy más que nunca los valores que encarna el Almirante Miguel Grau y que son su legado en nuestra sociedad, debemos de imitarlos, siendo mejores ciudadanos, mejores padres, mejores esposos, mejores hijos, como ejemplo para las generaciones que nos siguen.

Yo diría: ¡todos los peruanos: ¡seguid su ejemplo!

Hoy hemos evocado a un gran peruano, seamos ciudadanos íntegros, honestos, leales, con altos valores personales, con respeto hacia los demás, haciendo el trabajo bien hecho y teniendo amor a la patria, sintiéndonos orgullosos de lo que somos.

Ese será el derrotero del liderazgo que nos permitirá crecer como sociedad y dejar de legado un mejor país para las generaciones venideras.

¡Por eso sigamos los pasos de Miguel Grau, sigamos su ejemplo!.

Y como diría Miguel Grau:

“Yo no soy, sino, un pobre marino que trata de servir a su patria…todo lo que puedo ofrecer es que, si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”

Capitán de Navío (r) Jorge Padilla

Lima, 27 de julio 2024

Diario de bitácora, articulo 37

Nota: parte de este artículo fue publicado el 19 de julio en la Revista San Rafael (https://www.facebook.com/people/Revista-San-Rafael/61557144737998/) y se encuentra en el podcast Diario de bitacora, en Spotify, Apple Podcast, Google Podcast, entre otras plataformas.

Comentarios

  1. Luis Díaz Ramírez27 de julio de 2024, 14:11

    La mejor herencia de Miguel Grau fue dejarle a aquellos que continuaron su legado el ejemplo de vida de tuvo, las decisiones que tomó y los valores que demostró. Gracias a el los marinos de guerra peruanos a través de los años tuvieron un rumbo trazado que guió su camino por la senda del bien y de la defensa irrestricta a la Patria. Gracias por recordarlo apreciado señor.

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